Un
grifo es una criatura mitológica cuya parte frontal es la de un águila con
plumas blancas, pico afilado y unas poderosas garras, la parte posterior es la
de un león con pelaje amarillo, unas patas musculosas y una larga cola.
Hay
diversas hipótesis sobre el origen de los grifos como criatura mitológica, una
bastante popular es la de la relación entre estas figuras y los restos de
fósiles de dinosaurios de la familia Ceratopsidae ya que comparten numerosas
similitudes.
Para
algunas culturas antiguas, el grifo podía controlar los cuatro elementos, según
algunos relatos eran capaces de arrojar fuego por la boca, de producir
maremotos al batir sus alas o incluso que, al rugir hacían temblar la tierra. Eran
tan fuertes que con sus garras se fabrican copas y con sus costillas arcos para
disparar.
En
el Oriente Próximo estos seres son representados en pinturas y esculturas de
los babilonios, asirios y persas. También en la pintura minoica con el
sarcófago de Hagia Triada.
Una
leyenda griega cuenta que el dios Apolo había ido a buscar grifos y había
regresado a Grecia cabalgando sobre uno de ellos, así estos seres vigilaban sus
tesoros para protegerlos de los Arimaspos, y también, custodiaban las cráteras
de vino de Dioniso.
Otro
mito, cuenta que los grifos protegían el oro de los desiertos del norte de la
India, pero solo intentaban proteger a sus crías ya que estos ponían sus nidos
en estas montañas.
El
grifo es también un importante emblema en la heráldica, apareciendo en
numerosos escudos de familias y estandartes; representan la fuerza, el valor y
la vigilancia.
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