Una
Pitia o Pitonisa es un nombre procedente de la serpiente Pitón, este reptil
habitaba el monte Parnaso donde se ubicaba el templo que posteriormente se
consagrará a Apolo. La Pitón se creó con el barro que sobraba de la creación
del mundo y era guardiana de un culto femenino dedicado a la gran Diosa madre.
Según
el mito, cuando Apolo decidió instalar allí el Oráculo se encontró con la
serpiente y se enzarzaron en un terrible combate. Apolo salió victorioso y
enterró a Pitón justo donde estableció el lugar más sagrado y oculto del nuevo
templo, el Adyton.
Así,
las mujeres que consagrarían su vida al culto religioso del Oráculo recibirían
este nombre. Estas debían ser jóvenes vírgenes, no se requería ninguna
condición social ya que eran seleccionadas por sus cualidades físicas.
En
una ocasión un peregrino que llegó a Delfos secuestró y violó a una Pitia, un
sacrilegio que provocó un gran revuelo en toda Grecia. Para evitar que esto volviera
a ocurrir, las Pitias eran elegidas entre mujeres de más de 50 años, daba igual
su condición, lo único que importaba era que renunciasen a sus vidas para
dedicar su vida al santuario.
Los oráculos se pronunciaban una vez al año, el día 7 del mes de Targelión, día del nacimiento de Apolo. Cuando el prestigio del santuario se expandió más allá de las fronteras griegas, se aceptó que la Pitia recibiera sus consultas una vez al mes, pero, siempre el día 7. El resto del tiempo las Pitias vivían en un entorno de pureza y preparándose para ser un canal adecuado durante los rituales.
Cílice de figuras rojas con la representación de una consulta al oráculo de Delfos realizada por Egeo. Hacia 440-430 a. C. Berlín, Altes Museum.
Los días de consulta, la Pitia se purificaba en la fuente Castalia, se realizaban ofrendas y después, los sacerdotes vertían agua fría sobre una cabra que se sacrificaba en el altar de Apolo. La Pitia se sentaba en un trípode en el Adyton sobre una grieta de la que emanaban unos gases que la hacían entrar en trance para que Apolo le trasmitiera la respuesta que recogerían los sacerdotes para los solicitantes.
La pitia, pintura de Jacek Malczewski (1917). Museo Nacional de Cracovia.
La
consulta sagrada no anulaba el libre albedrío de la persona, ya que el Oráculo
no indicaba con claridad la respuesta, solo ofrecía signos y señales para
ayudar a tomar la decisión, así, las consecuencias siempre recaerían sobre el
ser humano.
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